Desde el punto de vista de Michael Mahoney el
constructivismo constituye el paradigma teórico desde el que las demandas psicológicas son
más elevadas para un terapeuta. Se pide a sus partidarios que mantengan un
altísimo grado de apertura al examen personal y eso requiere tolerar y recoger
la ambigüedad, en lugar de eliminarla, y cuestionarse a fondo las preguntas y
respuestas con las cuales se investiga.
Debido al rechazo del objetivismo tradicional y al supuesto que el
conocimiento no garantiza una correspondencia entre las representaciones del
que conoce y la verdadera naturaleza de lo conocido, el terapeuta debe aceptar
que no sabe lo que es mejor para un cliente y tolerar un alto grado de
ambigüedad. Siempre se encuentran frente a un espacio vacío entre sus propios
procesos experienciales y los de sus clientes, lo que les mueve a esforzarse
por conocer muy atentamente a la persona.
Presenciar la autodescripción y la autopresentación de las persona puede
resultar extremadamente doloroso o difícil de seguir, además de provocar un
intenso sufrimiento en la persona que produce ese relato.
El psicoterapeuta no sólo recoge las historias y las lágrimas de los
clientes con todo su dolor en el momento del encuentro, sino que éstas le
acompañan durante toda su carrera.
En contraposición a la distancia emocional prescrita por la teoría
psicoanalítica ortodoxa, al parecer, el vínculo que se establece durante este
proceso es más fuerte como más el terapeuta está emocionalmente presente,
respondiendo a su vez con una actitud de compasión y hasta de afecto. Al tiempo
que es una de las aportaciones más valiosas al proceso psicoterapéutico, esta
disposición a la presencia resulta una tarea agotadora, por lo que el cuidado
personal del psicoterapeuta resulta fundamental.
La capacidad de comprensión de las vivencias del cliente siempre resulta
limitada por la amplitud de las experiencias del psicoterapeuta, de lo que se
deriva que el acceso y la comprensión de los propios conflictos personales y de
sus mecanismos de autorregulación proporcionan una base imprescindible para
construir un proceso de ayuda al otro. Un terapeuta desbordado difícilmente
puede brindar apoyo a nadie.
La tolerancia de la ambigüedad resulta fundamental debido a la dualidad del
proceso de comprensión en psicoterapia: por un lado, se presta atención a
manifestaciones explícitas de la situación y de los recursos del paciente, por
el otro, existe una multitud de
impresiones e inclinaciones menos especificables como intuiciones, “tonos emocionales”
y sueños personales.
Otro reto que se plantea al psicoterapeuta constructivista es una idea de
movimiento que se puede expresar a través de la metáfora del viaje. El viajero
puede tener una meta final, pero entretenerse en muchas etapas accesorias,
algunas de las cuales pueden resultar más largas que otras; además, recorridos
diferentes pueden llevar al mismo lugar. Del mismo modo, la persona que
consulta puede cambiar sus intereses varias veces durante la psicoterapia, y
elegir nuevos objetivos, diferentes del inicial, pero, a menudo, más
importantes. Eso requiere respeto por la aportación de las experiencias nuevas
a medida que se cuestionan las experiencias antiguas, en suma, una integración
entre la familiaridad y la novedad. Resulta entonces primordial respetar el tempo de la persona, su necesidad de
parar para descansar y poderse turnar con la persona que consulta en ser líder
y ser seguidor, llevando, a veces, la carga por ella, y velando por su
seguridad. Cuando es el momento, asesor y cliente toman caminos separados.
Por último, mencionar el papel inevitable de los valores del psicoterapeuta
en la exploración de los valores del cliente, así como la influencia del
contexto en el concepto de diferencia en relación con las normas de la
comunidad.
En resumen, los retos de un
psicoterapeuta constructivista no son distintos a los que afronta el
profesional de otras orientaciones, sin embargo, éstos son maximizados. Gran
parte de lo que se hace en psicoterapia
es exploratorio, experimental y existencial.
Para profundizar: Mahoney, M.
(1998). Las demandas psicológicas para un
psicoterapeuta constructivo. En: Neimeyer, R.A. y Mahoney, M.J. (1998) Constructivismo en psicoterapia. Barcelona:
Paidós.
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