El arte de favorecer el cambio conlleva saber reconocer, acoger y resistir
la tentación de seguir el sentido común en el diálogo con la persona que
consulta. En lugar de ello, es vital conseguir prestar atención a los propios
procesos y estados internos, reorientando constantemente el foco durante el
diálogo en terapia.
Más allá de su orientación teórica, el terapeuta tiene la responsabilidad
de identificar y señalar los aspectos importantes del discurso de la persona,
porque contienen elementos que pueden ser aprovechados para llevar al cambio.
Es como si el terapeuta fuera el guía en un museo, donde cada tema corresponde
a una sala, y cada anécdota u observación, un cuadro. Se empieza la terapia en
la sala del problema, y se eligen los cuadros de manera que sea más probable
llegar hasta la sala de la solución.
Para ello, habrá que llevar a la persona a explorar zonas desconocidas,
invitándola a percatarse de nuevos detalles, mirando más de cerca.
Con tal de poder desempeñar esta tarea, el psicoterapeuta estará implicado
en un proceso externo, siguiendo el discurso del cliente en búsqueda de
“aperturas”, y, al mismo tiempo, en un proceso interno, mientras atiende a sus propios
cambios experienciales, que puede que reflejen aspectos de la experiencia del
otro.
Por ello, el terapeuta debe entrenarse en saber “entrar y salir” de sí
mismo, sin apartarse del proceso del cliente por el hecho de observar su propia
experiencia. En esto consiste la “atención dividida”.
Sólo será posible detectar ciertos fenómenos en la mente del otro si se ha
aprendido a distinguirlos en la propia mente; por ejemplo, no será posible
señalar un pensamiento automático si no se ha experimentado este proceso en
primera persona.
Resulta, entonces, fundamental prestarse atención en la vida cotidiana para
reconocer fenómenos explicitados en las teorías, reorientar voluntariamente la
atención y ampliar la autoconciencia.
Sobre estos temas se centra el artículo de E. Laso Ortíz: Saber adónde mirar: la atención en la enseñanza y
práctica de la psicoterapia. Lo podeis encontrar en la Revista
de Psicoterapia, XXI, 88.
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