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martes, 25 de noviembre de 2008

momentos en un velatorio



La semana pasada fui a un velatorio de la abuela de un amigo. Un velatorio es un lugar que no se desea estar, pero que la visita a veces es un tanto obligada.
Cuando estuve allí un sin fin de reflexiones acudían a mi cabeza, pero me quiero centrar en tres aspectos que me comentó la madre de mi amigo que pasaron allí en su momento de espera.

La, ahora, huérfana de madre comentó que durante unas horas en la sala común habían estado unos cinco niños pequeños chillando y jugando al corro de la patata, a correr sin que ningún adulto que iban con ellos, les llamara la atención (podrían pensar quizá “mejor que no sepan donde están y que no sufran, que ya habrá tiempo en el futuro”)
Llevar niños pequeños a un velatorio es un tema de debate, hay gente que comenta que mejor que no vean la situación, y otros que sí que lo consideran oportuno. Yo sobre este tema tengo algunas reflexiones, por un lado la muerte existe, nos guste o no (se pueden morir las mascotas, los hermanos, los padres, los abuelos…). Por muy triste que esto suena ,es así, por lo que, es coherente que sientan tristeza o enfado por la situación (como nos pasa a los adultos). No se les puede separar, aislar de esta situación e intentar hacer ver que no ha pasado, esto quizá no ayude a que se encuentre mejor.,son pequeños pero captan cosas aunque sea a su manera. Y por otro lado si se decide ir a un velatorio con el pequeño una de las cosas que va bien es explicarle con detalle donde está, respetar sus deseos, decirle qué va a ver y responder las preguntas que le vayan surgiendo (a veces se recomienda que la persona que esté con el pequeño sea alguien que no sea familia directa del difunto, para que se vea capaz de poder acompañar al niño/a y pueda responder a sus cuestiones)


Por otro lado, me dijo dolida y enfadada que varias personas repitieron la misma frase de “consuelo” cuando vinieron a verla; “tu madre tenía 86 años ya era muy mayor y ya tenia la vida hecha” . La respuesta que dio ella fue más coherente y educada de lo que se merecía la situación, “sí, pero era mi madre, nunca se había muerto y la echaré mucho de menos”.
Mis reflexiones no van tanto a criticar a estas personas y su desafortunado comentario, sino a la cantidad de frases comodín que todavía hoy en día se suelen decir en estos lugares: “no somos nadie”; “polvo somos y en polvo nos convertimos“; “ahora ya está en el cielo”; “ te acompaño en el sentimiento”; “mejor que haya muerto de golpe”; “tienes que alegrarte, ahora ya descansa y ya no sufrirá”; a una viuda con hijos “ahora tienes que estar fuerte para cuidar a tus hijos” y millones de frases y expresiones más, que seguro que habrás escuchado.
No existe la “FRASE” o expresión perfecta, pero mi pregunta es ; ¿es necesario decir alguna cosa?, tu presencia ya dice que estás apenado con su situación y que quieres estar allí para acompañarle en su dolor y en la ultima despedida a su familiar, y si quieres decir algo quizá estaria bien decir algo que para uno sea significativo y no una frase hecha.


Y el tercer punto de reflexión que tuve ese día, fue cuando la triste mujer comentó que su madre nunca habló de donde quería ser enterrada, ni tampoco si quería donar órganos o pasar por una incineración. Por lo que al final tomó la decisión que ella consideró más coherente y que a ella le iba un poco mejor.
Sé que hablar de la muerte es duro, y más aun hablar de la de uno mismo, pero esto puede facilitar a los supervivientes la decisión en un momento en el que decidir es muy complicado.




Todo esto, me hace pensar que todavía no existe una cultura de la muerte. Que todavía es un tema tabú y que cada uno hace lo que puede con lo que tiene. Pero solo hablando de lo que nos da miedo podemos hacer los “fantasmas” más pequeños, es decir normalizar cosas antes innombrables

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