Resulta difícil dar una
definición de la terapia cognitiva, pues existen varios modelos cognitivistas, por lo que preferimos
hablar de terapias cognitivas, en plural. En general, este enfoque, surgido en
los años 60-70, se caracteriza por su especial atención a la manera en que los
seres humanos conocemos nuestro mundo o realidad.
Después del auge de la
terapia de conducta en los años 50, basada en la idea que para fundamentar
científicamente los tratamientos psicológicos había que basarse
exclusivamente en el comportamiento
observable de las personas, quedó claro que había muchos aspectos de la psique
humana que quedaban desatendidos, y que los tratamientos no ofrecían atención a
fenómenos muy relevantes que formaban parte del desarrollo de trastornos y malestares.
Esto hizo que se volviera a focalizar las intervenciones en aspectos internos,
inicialmente en pensamientos y sus esquemas, es decir, los contenidos verbales,
que se pensaba constituían los “ladrillos” de la cognición; más adelante, se le
añadieron otros componentes igual de importantes, los no-verbales, es decir,
las emociones, las sensaciones, las imágenes, los procesos fisiológicos y los
aspectos relacionales.
La terapia cognitivo-constructivista concibe la cognición como un todo que engloba
estos elementos de la experiencia del ser humano; un proceso terapéutico
constructivista conlleva atender los problemas psicológicos prestando atención
por igual a cómo piensa, siente, imagina la persona, y a como se relaciona,
desde el prisma de sus dificultades, y guiarla en el proceso de encontrar
maneras alternativas de enfocar los aspectos problemáticos de su vida. Se trata de atribuir nuevos significados a las
experiencias pasadas y presentes, de manera que se pueda percibir la realidad
desde perspectivas diferentes, más adecuadas para responder a las necesidades
actuales y en constante cambio de la persona.
Además de centrar la atención en la experiencia del presente, se puede
ampliar el foco hacia de situaciones del pasado en que se han generado y
consolidado determinadas maneras de percibirse a uno mismo y a los demás.
Según el constructivismo, el universo no es
objetivamente cognoscible, sino que el individuo está implicado desde su
nacimiento en un proceso proactivo de atribución de significado a todos los
aspectos de la realidad que le envuelve. Esto significa que todo ser humano
contribuye activamente a la construcción de la realidad al percibirla de manera
personal y única, en base a su experiencia. En este sentido, existen múltiples
realidades, y en las sesiones de corte cognitivo-constructivista se presta
especial escucha a la manera de entender el mundo y los otros de cada persona.
Sólo a partir de haber establecido este tipo de comprensión profunda, el
terapeuta está capacitado para influir en el proceso de cambio del cliente, con
el cual establece una relación de colaboración.
El malestar psíquico o síntoma
es la expresión de los intentos que la persona hace para adaptarse a
experiencias, situaciones y relaciones que se alejan de su manera de concebir
la realidad y de verse a sí misma. Por ello, en la psicoterapia se pone en
marcha un proceso de reconstrucción del sistema de significados del cliente,
que aborda por igual todos los componentes de la actividad cognoscitiva del
individuo. La manifestación y las experiencias emocionales intensas indican
estados de transición en la identidad y acaban generando un cambio.
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