A menudo, una pareja que ya tiene un hijo/ puede decidir regalarle a su primogénito un hermanito. Sin embargo, ya sea una decisión tomada por los padres, cómo una llegada por sorpresa, el hijo mayor, se ve envuelto, de repente, por un cambio familiar importante, que en pocas ocasiones, él ha escogido.
El hijo o hijos mayores deben saber que hay un bebé en camino, sin embargo, dependiendo de la edad, no son conscientes de que la llegada a casa será “para siempre”. Por supuesto, debemos avisar y hacerles partícipes de la noticia pero no podemos prometerles que las cosas seguirán igual, porque no es cierto. Sí podemos, en cambio, recordarles lo mucho que les queremos, ahora y siempre.
A veces, podemos tener nosotros tanto miedo a sus celos, que podemos caer en el error de intentando que no sufran, generarles preocupación, es el clásico fenómeno de la profecía autocumplida. Nosotros tenemos derecho a tener más hijos y ellos, a tener celos.
Es bueno que los celos aparezcan. Y si nos damos cuenta, siempre podemos recordar qué es lo que le está pasando al nuestro primogénito, que se siente destronado. Para ello, nos puede ayudar bastante involucrarle en pequeñas decisiones, tales cómo los juguetes, los colores de la habitación, etc.
Siempre que le apetezca cooperara con la atención al bebé, hay que dejarle hacer permitiendo que sea el mayor quién dirija el baño, o le de el chupete o la manita cuando llora, lo arrope entre sus brazos sentadito en el sofá, etc. La disciplina cooperativa siempre es un gran recurso.
Es genial que alguno de los padres pueda reservar momentos de dedicación exclusiva al mayor, jugando con él, leyendo un cuento o hablando del día que ha tenido.
En algunas ocasiones, podemos observar que algunos niños vuelven a hacer cosas que ya no hacían y pueden tener conductas, un tanto regresivas. Así, pueden querer que a ellos también les den el biberón, pueden pedir que se les coja en brazos y se les acune, pedir de dormir de nuevo con los papás en la habitación, o manifestar problemas con la comida, etc. No debemos olvidar qué es lo que está ocurriendo en realidad, y es que el mayor pide, de nuevo, un sitio privilegiado. Debemos entenderle.
Siempre que podamos, podemos darle esos privilegios que reclama, desde su rol de hermano mayor: permitirle acostarse 10 minutos más tarde por ser el mayor, encargarle tareas importantes cómo vigilar al pequeño y todas las que se nos ocurran.
La llegada de los hermanitos es un cambio para todos y se puede intentar afrontar trabajando en equipo, es decir, cooperando y entendiéndonos.
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