Hace unos años las agencias de modelos hicieron
declaraciones públicas, divulgadas por los mass-media, acerca de su postura en
contra de la anorexia. Después de haber extremizado el ideal del cuerpo
femenino delgado, estilizado, androginizado, y un ideal de cuerpo masculino
hipermusculado y desproporcionado, durante casi cuatro décadas, las
asociaciones de consumidores han reaccionado, han empezado a ejercer presión,
han denunciado a los estilistas, por el fomento de este trastorno de la
ingesta. Las cosas han comenzado a cambiar, lentamente, pero necesariamente, ya
que empiezan a ser muchos los testimonios de personas del mundo de la moda o
famosos que relatan en sus autobiografías la tortura de su esclavitud hacia la forma física. Detrás de esta
expresión está la idea de que lo corporal representa la parte externa,
superficial: la forma. Además de realzar lo visual por encima de los demás
sentidos, establece una dicotomía mente-cuerpo, sobre la cual se fundamentan
las patologías y tendencias culturales mencionadas. La idea de tener que
controlar el cuerpo a partir de la mente
es incompatible con la visión del ser humano como sistema que integra estas dos
facetas. Ni siquiera tenemos una palabra para expresar el ser humano como un
todo: integración mente-cuerpo es lo que más se acerca, y necesitamos un guión
para expresar que allí hay una relación más estrecha que una relación
cualquiera.
Respiración, relajación, meditación, tai chi chuan, hipnosis son algunas de
las herramientas terapéuticas a nuestro alcance para restablecer el contacto
con nosotros mismos, para retomar el diálogo entre nuestra dimensión física
y la mental. Hasta incluso la espiritual.
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