
Vayas dónde vayas encontrarás una cárcel y un burdel, dijo Lacan.
A menudo, la vida nos propone situaciones en las que debemos tomar una decisión. Situaciones en las que el querer y el deber, toman posturas contrarias.
Creo que existen personas con tendencia a decantarse por uno de los dos bandos. Apuestan, en la mayoría de ocasiones, por lo que es más correcto, por lo que se sienten obligados a hacer, por las exigencias (más a menudo internas que externas) que sienten que les presionan hacia una decisión más políticamente correcta o socialmente aceptada. Y de otro lado, está el grupo opuesto. Ellos optan por dejarse llevar, por el deseo, por lo que más les apetece o las ganas de obtener lo inmediato, sin plantearse, en ocasiones, las consecuencias.
Por supuesto, existen infinidad de personas que no actúan siempre igual, valorando el momento, la situación, el por qué sienten lo que sienten.
Es difícil generalizar sobre qué opción sería mejor tomar. Sin embargo, me es aún más difícil no pensar en qué nos lleva a sentir contradicciones de este tipo. En no invitar a cada uno a observar qué le está pasando para sentirse en contradicción consigo mismo.
En mi opinión, lo importante es actuar desde la conciencia de estar tomando una decisión. Saber que se está escogiendo uno de los dos caminos. Sino, corremos el riesgo de dejarnos llevar sin saber por qué y posicionarnos, con el tiempo, cómo víctimas del mundo externo.
Cada uno lleva dentro su cárcel, sus represiones, sus temores. Y también en cada uno está el goce por el placer.
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