
Hoy está a punto de llover. Parece que el día se ha levantado algo menos gris que mi ánimo. Algo más despejado que mi mente. Pero a punto de llover.
Existen días en los que parece que la falta de seguridad sobre lo que va a ocurrir se esparce, igual que una mancha de aceite se extiende en una hoja de papel. Alrededor nuestro se sobrevienen los despidos, las retenciones de sueldos, los cierres, los traslados, los cambios, la falta de presupuestos, las negativas a las subvenciones, las reducciones de plantilla y un largo etcétera que afecta, no sólo a los poros del bolsillo, sino también a los de la piel. El índice de rupturas de pareja, de peleas y de nervios aumenta cada vez más.
La inseguridad va haciendo mella en nuestra sociedad y poco a poco, lentamente, va posándose, cómo una sombra en nuestro tejado.
Y cómo, me pregunto, puede alguien gestionar sus miedos, sus preocupaciones y sus aspiraciones, por ahora quizá cortadas, sin caer en la trampa de la inseguridad.
La inseguridad es una sensación poderosa, que nos atrapa sin darnos cuenta y nos aprisiona. Puede acercarse a nosotros por el punto más débil y acabar inundando todo nuestro mundo, haciéndonos dudar incluso de aquello que más queremos. Si uno se siente inseguro en un ámbito (por ejemplo, el trabajo) puede estar más irritable, más susceptible, más inseguro de sí mismo, al fin y al cabo. Y necesitar que la valoración provenga de otros ambientes, cómo la pareja o la familia. ¿Qué ocurre si no llega? ¿Qué ocurre si nadie compensa esa falta? La mancha de aceite crece y la inseguridad encuentra otro flanco que atacar.
Una vez caída la gota de aceite, hay que secarla, sino la brecha puede ser más grande. ¿Qué ocurre si nos sentimos asustados en el trabajo y no compensados en casa? ¿Qué ocurre cuando la inseguridad ha conseguido despertar la suspicacia? Ahora el ataque a la integridad de cada uno es doble: ¿habrá dejado de quererme? ¿Aguantará la presión?
Más tensión, más dudas, más miedo. Más peleas. Más rupturas. Más falsas validaciones: “Yo tenía razón, no me valora la suficiente” “Yo tenía razón, no soy lo suficientemente bueno/a para él/ella”.
***
Definitivamente, no llueve. Espero que el viento sople y aclare mi mente llevándose las nubes. Creo que hoy he aprendido algo: hay que ser más consciente de las propias emociones antes de proyectar nuestros miedos en el otro. Cada uno que coja su propio paraguas por si acaso no encuentra cobijo.
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